Full text: El testamento de Grano de Sal (Bd. 3)

  
== 230 —= 
mentable; les menester, padrecíto, que obedez- 
Cas... si no soy hombre muerto. 
»—Pero ¿á dónde quieres llevarme? 
»—No puedo “decírtelo. Vístete y, vámonos. 
SS Cómo! ¿Ahora mismo? 
»—Sí, 
»Aun cuando Andrés Petrovitsch' por el cariño 
que le tenía y la confianza que me inspiraba hu- 
biera querido llevarme al fin del mundo, fuérame 
yo con él. : ; 
»Me vestí apresuradamente para ponernos en 
camino. 
»Andrés abrió un armario y, recogió. todo el di- 
hero. 
> Después me dió un abrigo de pieles y me dijo: 
»—Abrígate bien, que las noches son frías. 
»—Pero á lo menos—le dije,—es menester en- 
Via un recado pl colegio, 
»—NOo, 
»—¿Por qué? ; 
»Se echó Andrés Petrovitsch' “4 temblar, y su 
espanto estaba tan bien representado, que yo que- 
dé convencido de que corría un gran peligro. 
>»>—¡Ah!—murmuraba en voz baja, —ese hombre 
que sale de aquí tiene compañeros que me ma- 
tarían. | 
»Y le seguí tan asombrado, que casi no me 
daba cuenta de lo que hacía. 
»Bajamos á la calle y en ella pareció que vaci- 
laba un momento. 
»Después tomó por la calle de Saint Honoré y 
me llevó hasta la plaza del Palais-Royal, donde 
me bizo subir á un coche de punto y se sentó 
á mi lado diciendo al cochero: 
. »—Al ferrocarril del Norte. Aprisa: ¡Cinco fran- 
¡cos por la carrera! 
»Esta promesa tuvo por resultado hacernos fran- 
quear en un cuarto de hora aquella distancia tan 
Brando. 0 5% A 
En aquella época había un tren-correo que iba 
directamente desde París á Colonia, y que salía 
á las once y treinta y cinco de la noche, 
   
          
  
  
  
 
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.