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á Antonieta y y le entregase tuna carta de ocho pá-
PE y en escribir esta última empleó casi todo
ía.
Ni por un sólo momento tuvo la, idea de conti-
huar su viaje á Rennes, y hasta se le olvidó avi-
sar á su abuela el contratiempo que le había ocu-
rrido.
Por un momento, sin embargo, tuvo intención
de escribir á su padre 6 4 su tío.
Como era hombre reflexivo y durante las horas
que había tenido que pasar inmóvil en la cama,
reflexionó mucho, hizo el razonamiento siguien-
te, que no estaba desprovisto de lógica.
O su padre y su tío le habían dicho verdad, y
su abuela deseaba verle, y entonces debía evi-
tar el avisarles lo que había pasado, porque no
dejarían de contestarle que tan pronto, como es-
tuviese restablecido continuase el viaje, ó bien le
habrían hecho alejarse de París con la; prefonce-
bida intención de deshacer un, casamiento que no.
les agradaba del todo, y. en ese caso, debía re-
- gresar inmediatamente á París, pero sin avisar á
nadie.
Esta última idea fué arraigándose en su ánimo
con verdadera consistencia, y corroboró. su reso-
lución.
Transcurrieron aún dos días, durante ls cua-
des necesitó el cirujano emplear toda su autori-
dad para impedir que emprendiese el viaje, co-
rriendo el riesgo de que se le abriese la herida.
En la mañana del quinto día entró un desco-
nocido como una “bomba en la: popion que
ocupaba Agenor en el hotel.
El recién llegado era Milón.
Este había ido hasta Rennes, pero ía. casuall-
dad hizo que dos oficiales que "procedían de An-
gers, subiesen, al ómnibus que salía de la esta-
ción 2 para dirigirse, á Ja siudad.