Full text: El círculo de la muerte (Bd. 4)

   
210 LOS PARDAILLAN 
  
pensó deslizándose por el tragaluz y dejándose 
caer en el granero. 
—-—¿Qué sucede?—pensó el viejo Pardaillán. 
El caballero relató lo que acababa de pasar. 
Inmediatamente padre e hijo quitaron el heno 
que estaba apilado en el fondo del granero y 
que evidentemente ocultaba la puerta seña- 
lada por el desconocido en caso de que exis- 
tiera y éste no fuera un traidor. Con gran 
alegría la puerta apareció por fin y al mismo 
tiempo oyeron tras ella el ruido que producían 
al tratar de abrirla desde la otra parte. 
Lo consiguió al cabo de pocos minutos y un 
anciano de alta estatura, vestido con traje de 
terciopelo negro, apareció y descubriéndose, 
dijo: 
—Señor Brisard, y vos, señor de la Rochet- 
te, sed bienvenidos. 
Padre e hijo se miraron estupefactos. 
—¡Cómo! ¿no me reconocéis? ¿No recor- 
dáis que me salvásteis lá vida en la calle 
de Saint-Antoine, así como a aquella joven 
señora? 
El viejo Pardaillán se dió un golpe en la 
frente y exclamó: 
—Sí, ahora recuerdo, os: reconozco, señor... 
—Ramus—dijo el anciano. 
_—Sí, esto es. Pero he de advertiros que yo 
no me llamo Brisard y nunca he sido sargento 
de armas, como dije. El caballero, aquí presen- 
te, tampoco se llama señor de la Rochette. 
Dí estos nombres, porque entonces teníamos 
interés en ocultarnos. Me llamo Honorato de 
Pardaillán y mi hijo es el caballero Juan de 
Pardaillán. 
—Señores—dijo Ramus—. Asistí al terrible 
combate de ayer. ¡Ah! ¡En qué tiempos vivi- 
  
  
  
 
	        
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