EL COFRE ENVENENADO 27
dinario, semejante a muchos otros, pero con
la diferencia de que ha sido cincelado por
hábiles artesanos y como es de oro mácizo,
constituye un regalo digno de un Rey. Hay
también otra particularidad. Abridlo, Señora.
Catalina obedeció sin vacilar.
—Ved, Señora, — continuó Ruggieri — el
interior de este cofrecillo está forrado de
buen cuero de Córdoba que, por sí solo, es
un objeto de arte, pues está gofrado de acuer-
do con los métodos secretos de la tradición
árabe. Por otra parte, está perfumado como
podréis ver fácilmente. |
Catalina sin sentir la menor desconfianza,
aspiró el perfume de ámbar que/se desprendía
del interior del cofrecillo.
—No hay el menor peligro en aspirar este
perfume. Unicamente si tocabáis este cuero
y teníais vuestra mano una hora en contacto
con él, las esencias de que está embebido se
transmitirían a vuestra sangre por los poros
de la piel y dentro de veinte días seríais pre-
sa de una fiebre que os mataría cuatro O
cinco más tarde.
—Muy bien, pero no es fácil que yo tenga
mi mano pegada al cuero durante una hora,
—Pero si vuestra mano no va hacia el cue-
ro, éste, en cambio, puede ir al encuentro de
vuestra mano. Os ofrezco este cofrecillo y le
dáis el destino que mejor os plazca. Os ser-
virá, por ejemplo, para guardar una mante-
teleta o bien algunos pares de guantes que
luego os ponéis. La manteleta o los guantes
permanecen algún tiempo en el cofrecillo y
entonces, su virtud es tan eficaz como la del
mismo cuero, pues serán los mensajeros fieles