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LA CAMARA DEL TORMENTO 79
como dice, esta venganza es la más eficaz.
Gracias, señora, gracias. |
—Entonces estamos de acuerdo. Mostra-
réis la carta a Marsillac.
—SÍ, sÍ.
—Se la haréis leer.
—SÍ, sí. |
—Entonces os lleváis a Alicia. El conven-
cerla os incumbe, cosa fácil, porque según
resulta del interrogatorio a la que le he so-
metido, no os guarda ningún rencor. Ds es-
pera un carruaje.
— ¿ Pero él, él también vendrá ?
—Va a llegar.
—¿Al mismo tiempo que ella? ¿Por qué
señora ? ¿Por qué? |
—Lo esencial es que va a llegar. ¿Y si a
pesar de la carta quiere guardar a Alicia para
sí? ¿Y si la quiere infame y cubierta de opro-
bio cómo se la mostraréis? ¿Y si su amor
resiste a vuestra revelación como el vuestro
sobrevivió a sus traiciones ?
— Señora, señora |
—Es necesario preverlo todo — añadió Ca-
talina con asombrosa tranquilidad. — Si Ma-
rillac os disputa a Alicia....
Con un gesto violento el monje apartó la
túnica y entonces apareció vestido de gentil-
hombre con un traje de rara magnificencia.
Apareció tal cómo había sido antes, es decir,
el elegante marqués que llevaba jubón de
seda, cuello de valiosísimos encajes, una ca-
dena de oro en el cuello y fuerte daga en la
cintura.
La desenvainó y con sorda voz exclamó:
—Esta daga decidirá el asunto.