Full text: Fausta la diabólica (Bd. 19)

  
  
186 EL HIJO DE PARDAILLAN 
hombre extraordinario, que había permanecido 
impasible ante todo lo que hasta entonces se le 
presentara, no podría resistir, esta vez, a la ten- 
tación que se le ofrecía. 
Con minuciosas, precauciones cogieron cada 
uno una botella de vino y llenaron dos vasos que 
estaban ante el caballero. Luego miraron el líqui- 
do al trasluz y el taimado Bautista exclamó re- 
lamiéndose : 
—Eso es suave como el terciopelo. 
—;¡ Es delicioso !—dijo el compañero Zacarías. 
—Amigos míos—exclamó entonces Pardaillan 
—lo mejor que podríais hacer es acabar con esta 
comedia. 
—¿ Comedia ?¿—replicó indignado Bautista.— 
Os juro, hermano mío, que no lo es. 
No me convenceréis—dijo el caballero—y os. 
repito que no comeré ni beberé nada de lo que me 
ofrezcáis. 
_—Pues eso Nose fácil arreglo—exclamó Bau-' 
tista—porque podéis escoger vos mismo lo que 
os apetezca. 
- Y, diciendo estas palabras, señalaba las bote- 
llas dispuestas en buen orden ante el caballero. 
-—Perdonadle, Señor, que no sabe lo que dice 
—exclamó Zacarías mirando al techo. y 
En cuanto a Bautista, irritado por aquella tes- 
, tarudez que no comprendía, exclamó : 
—Pero, desgraciado, probadlos solamente y 
entonces veréis si son o no buenos estos vinos. 
Pardaillan lo miró un momento con descon- 
fianza, pues tanto engusiasmo le parecía sospe- 
choso. Estaba convencido de que los verdugos re- 
presentaban una comedia y para demostrarles 
que no se dejaba engañar, dijo : E ] 
—Pues si son deliciosos estos vinos, ¿por qué 
no os bebéis un vaso? Me comprometo a vaciar 
todas las botellas que empecéis. 
  
  
 
	        
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