Full text: Una tragedia en la Bastilla (Bd. 10)

   
  
  
   
   
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
   
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
    
  
102. LOS PARDAILLAN 
—;¡ Pardaillan !—exclamó Rosa, cayendo de 
rodillas, llena de terror. a 
El caballero se volvió hacia ella, se descu- 
brió y le dijo: | | do 
—Hasta la vista, querida Rosa. Hasta 
pronto... | o e 
Y cubriéndose de nuevo, se volvió a la ca- 
lle. Los guardias, los arqueros, y los arcabu- 
“ceros apiñados, los gentileshombres a caba- 
llo, Guisa en el centro, la multitud de la calle 
y de las ventanas y, en fin, todos los que gri- 
taban se quedaron silenciosos al ver a Pardai- 
-llan que, con el traje roto y lleno de sangre, 
avanzaba hacia el duque de Guisa. e 
A medida que lo hacía se apartaban todos. 
Solo y sin armas parecía ser temible aún. 
Detúvose ante el Duque y en el gran silencio 
que entonces reinaba se oyó su voz firme y 
aio srónica que dera da o a 
_—Me rindo, monseñor. 
-— Guisa quedó atónito por algunos instantes. 
Pardaillan lo miraba cara a cara. El Duque 
dirigió a su alrededor una mirada de descon- 
fianza y Pardaillan al observarlo dijo : 
-—No tengáis miedo, monseñor, no hay nin- 
Eúna emboscada o A 
- Guisa palideció de ira al oir tan insultan- 
“tes palabras e hizo un gesto. Inmediatamen- 
te los guardias cercaron a Pardaillan, y en 
cuanto el Duque se vió rodeado de hombres 
de armas exclamó: A 
- —¿0Os rendís, caballero? ¡Yo que llegué 
a figurarme que erais un hombre invencible, 
  
  
  
  
  
indomable, algo así como Amadís de Gaula 
o Rolando! ¿Os rendís? A fe mía, señores, 
que encuentro algo ridícula esa exhibición de | 
fuerzas. Para prender a ese hombre, que no 
es más que uno, había suficiente con otro.
	        
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