LOS PARDAILLAN
38
—Si no me volvéis a ver—insistió Clau-
dio, como si.no hubiera oído—puede darse
el caso de que la niña corra un pociS cual-
quiera.
_—Nadie pensará en buscarnos aquí, y ma-
ñana mismo nos marcharemos de París.
—Muy bien—dijo Claudio, dando un, sus-
piro—. Precisamente iba a aconsejároslo. No
obstante, si sobrevenía algo, cualquier cosa
que fuese, y vos creyerais que yo podría ser
útil a la niña, recordad que hacia la mitad
de la calle Galandre, en la Cité, hay una ca-
sita baja y aislada de las demás, cuya puerta
y ventanas están siempre cerradas. Tanto de
- día como de noche y mientras estéis en Pa-
. TÍS, siempre que tengáis necesidad de algo,
ida llamar allí. Otra pregunta: ¿cuándo OS
.marcháis ? od
—Mañana al despuntar el día.
—¿Por qué puerta? E
Pasaré por la calle de San Diosisió para
recoger en la «Adivinadora» a un amigo a
quien quiero mucho y que supongo se ha
refugiado allí. Luego acompañado del prín-
- Cipe Farnesio y Violeta tomaré el camino. de
- Orleáns.
—Entonces saldréis por la puerta de No-
tre-Dame des Champs. de
Dichas estas palabras, Claudio dió. algu-
nos pasos como si quisiera entrar en la habi-
tación en que se hallaba Violeta, pero se de-
tuvo, movió la cabeza 2 volvió. al lado de
- Carlos. |
—Monseñor—dijo. entonces en voz bajalo: |
Esa niña os adora. Lo sé y me consta por-
- que su alma es pura, y su merda. generoso.
Ha sufrido mucho.
13d eS ya han cenar para vlla toda