Full text: Una tragedia en la Bastilla (Bd. 10)

  
  
  
  
  
  
  
UNA TRAGEDIA EN LA BASTILLA 45 
Dos ardientes lágrimas salieron de los ojos 
de Farnesio. Entre tanto el verdugo se frota- 
“ba los doloridos brazos, murmurando: 
—Antes, cuando yo ataba a los condena- 
dos, apretaba las cuerdas sin pensar en el mal 
que hacía. Pd e oe 
-—Veamos—dijo Farnesio con temblorosa 
woz—. Decíais que está salvada ¿no es así? 
—Así es, tranquilizaos. i 
—¿Y por qué queríais conducirme a su 
lado? a o 
—Ya os contaré detalladamente toda la 
aventura; por el momento es preciso pensar 
en salir de aquí. La puerta es de roble y las 
ventanas tienen fuertes rejas. Ante todo es - 
necesario recobrar fuerzas. Dadme de comer. 
—¿ De comer ?2—balbució Farnesio. : 
- —Sí, me muero de hambre y sobre todo de 
- sed. Dadme de beber. Un poco de agua me 
A a 
Farnesio cogió el brazo de Claudio. 
—Escuchad—dijo—. Estoy aquí desde por 
la mañana y esta puerta sólo se ha abierto para | 
daros paso. Yo no tengo hambre, pero tam- 
bién la sed me devora. SS 
¿Y qué?—dijo Claudio. pe 
- —Pues que no hay nada para comer ni. 
para beber—contestó Farnesio—. Ni siquiera 
pon aéudr o o ot 
- —Pero van a venir sin duda. Esperemos, 
que tal vez será el medio de escapar. ¿Sois 
A ES 
contestar Farnesio, se apagó la lámpara que 
a gran altura estaba suspendida en el techo, 
  
  
En aquel momento y antes de que pudiera 
gracias sin duda a algún mecanismo que ma- : 
- niobraban desde el exterior. Los dos prisione-= 
    
 
	        
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