VIDA POR VIDA 107
Ho que no puedo pensar siquiera en reci-
bir el ogios de la santa y reverenda madre aba-
desa, y así os ruego que no le habléis de nos-
Otros. :
—Como queráis—dijo sor María Luisa, que, '
por otra parte, no tenía muchas ganas de que
Claudina de Beauvilliers se enterase del in-
tento de fuga de las dos herejes.
—Tal como os lo digo. Ni mi amigo, el se-
for Graznido, ni yo mismo, querríamos acep-
tar entonces el empleo de chantres, que aca-
báis de prometernos, es decir, el favor del cielo
y el vuestro.
—¡ Ah, no os dejaremos etaas Grazni-
do—. Siempre he tenido afición a la vida con-
ventual.
EN por. qué no nos dejaréis oi
extrañada sor María Luisa.
—Sí, nos instalamos aquí. Nada temáis,
_ hermana. Os recompensaremos esp léndida-
mente la hospitalidad que vais a darnos. Ante
todo, cultivaremos nosotros el huerto. Luego
vigilaremos estrechamente a las dos herejes
y, por fin, tendremos para vosotras los Buenos
- modales que merecéis.
Graznido dirigió una mirada volcánica a sor
- Filomena, pero no había necesidad, porque la
monja ya estaba convencida. En cuanto a sor
María e reflexionando rápidamente, en-
- trevió todo el partido que podía sacar de los
dos fieles servidores, pues podría tenerlos
Siempre a sus órdenes, le harían su trabajo y,
sobre todo, serían' dos excelentes carceleros
para las herej es, eii ads le había. sido
confiada. ]
odio de pronto.