Full text: La venganza (Bd. 2)

  
  
uía los brazos extendidos hacia El Rayo, y sus ojos 
parecían clavados en el Corsario. 
La tripulación en pleno se precipitó a estribor 
siguiéndola con la vista; pero nadie hablaba : com- 
prendieron que habría sido inútil toda tentativa 
para conmover al vengador. E 
Mientras tanto, el bote se alejaba. Entre las olas 
fosforescentes y en medio de los resplandores que 
hacían chispear las aguas destacábase como un 
punto perdido en la inmensidad de los mares. Ya 
se levantaba a lo álto de crestas espumeantes, ya 
desaparecía en los negros abismos, para volver en 
seguida a mostrarse, como si le protegiera un Ge- 
nio misterioso. Todavía pudo vérsele durante al- 
gunos minutos: al cabo desapareció en el tenebro- 
so horizonte, envuelto en nubes tan negras como 
si fueran de tinta. 
Cuando los filibusteros, aterrados, volvieron los 
ojos hacia el puente, vieron que el Corsario se 
doblegaba sobre sí mismo, se dejaba caer en un 
montón de cuerdas y escondía el rostro entre las 
manos. Entre los gemidos del viento y el fragor 
de las olas, exhalaba a intervalos desgarradores 
sollozos. 
Carmaux se había acercado a Wan Stiller, y se- 
ñalandole el puente de órdenes, le dijo con voz 
triste : 
—Mira allá arriba: el Corsario Negro llora. 
FIN DE «LA VENGANZA» 
La continuación de esta obra se titula La rel- 
na de los caribes. 
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