CAPÍTULO VIII.
LOS ANTROPÓFAGOS DE LA SELVA VIRGEN
ENETRARON en la selva metiéndose por entre
espesuras de palmeras, de bacabas viniferas, de
ceropias, llamados también árboles candelabros por
la extraña disposición de sus ramas; de carís, es-
pecie de palmeras de fuste espinoso, lo cual hace
difícil y peligrosa la marcha por entre ellos; de
mirites, que son otras palmeras de enormes dimen-
siones, con las hojas dispuestas en forma de aba-
nico, y de sipos, unas lianas gruesas y resistentes
que emplean los indios en la construcción de sus
cabañas.
Por miedo a una sorpresa avanzaban con extre-
mada prudencia, aguzando el oído y mirando aten-
tamente hacia los grupos de árboles más espesos,
por si entre ellos se escondían los indios.
No había vuelto a oírse la señal; pero todo in-
dicaba que por allí habían pasado hombres. Des-
aparecieron los pájaros y los monos, asustados sin
duda por la presencia de sus eternos enemigos
los indios, que hacen a unos y a otros encarnizada
guerra, pues aprecian mucho su carne. Hacía dos
horas que caminaban, siempre con grandes precau-
82