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a aquí aquella misma noche y que viaja-
a en silla de posta.
Rocambole dió al muchacho einco fran-
cos y continuó su camino, después de haber
recibido las señas de la posada.
Llegó á la puerta de ésta, echó pie á tie-
rro y pidió el desayuno, acabado el cual se
acostó y durmió tranquilamente hasta las
cinco de la tarde; y poco antes de ponerse
el sol montó de nuevo á caballo, tomando
con un guía el camino de Sallandrera.
Serían las nueve de la noche cuando el
discípulo de Williams entraba en el valle
que dominaba el antiquísimo castillo de su
novia, y fiel á las instrucciones de ésta, fué
á llamar á la puerta del pabellón del guar-
dabosque.
Aquella puerta se abrió y apareció en su
dintel un anciano de largos y blancos ca-
bellos, el cual le saludó con respeto.
—Nunca he visto á usia—dijo,—pero sé
quién es.
—¿Si?—dijo Rocambole sonriendo.
—Usía llega con motivo de la boda y es
el señor marqués de...
— ¡Silencio!
—Si usía quiere tomarse la molestia de
entrar—exclamó el anciano, le conduciré al
aposento que le ha sido destinado.
Y Rocambole, que se había apeado, entró
en el pabellón siguiendo al guardabosque,
diciéndose que la noche siguiente dormi-
ría en el castillo de Sallandrera, lo cual de-
biía serle infinitamente más agradable.
' Habíanle preparado la cena, y el marqués
vió brillar sobre la mesa algunas botellas
de vino, que sin duda procedían del castillo,
y habían sido traídas expresamente para él.
—El pobre Zampa—se dijo sentándose á
la mesa, —sólo bebía vino seco, y estoy se-
guro de que desde el fondo del infierno en-
vidia mi suerte.
Rocambole cenó con soberbio apetito, be-
bió sendos tragos de todos los vinos, y tan
fuertes eran, que á pesar de ser él un rudo
bebedor, sintió la cabeza pesada y se levan-
tó de la mesa dando traspiés.
El guarda acudió, le presentó el brazo y
le dijo:
—Apóyese en mí usía,
de guiarle á su alcoba.
El guarda le condujo al primer piso, y le
hizo entrar en una bonita estancia conver-
tida en alcoba.
El lujo de los muebles, y el gusto que ha-
bía presidido á su colocación, sorprendieron
agradablemente á Rocambole, y con auxi-
lio del anciano se desnudó y acostó, que-
dándose algunos minutos después profunda-
mente dormido. |
Durante la noche el discipulo de Wi-
y tendré el honor
ROCAMBOLE E
lilams soñó que era grande de España, em-
bajador, duque de Sallandrera, poseedor de
riuchos millones de renta, y deslumbrando
al Brasil con su persona y su dicha.
Por desgracia vino á turbar tan bello
sueño el anciano guarda-bosque, despertán-
dole á las ocho de la mañana para decirle
que la boda se celebraba á las nueve.
Rocambole saltó fuera del lecho, y el
guarda le dijo: p>
—El señor marqués me permitirá darle
algunos pormenores respecto á la ceremo-=
nia.
Rocambole miró al guarda como si no
comprendiese sus palabras.
Este prosiguió:
—En España siempre que se trata de
grandes personajes como usíia y mi seño.
ra...
—¡Oh! Ya lo sé—repuso Rocambole;—
son cosas de mi tio el arzobispo.
El guarda se sonrió y dijo: |
—Justamente. La ceremonia se hará co-
mo se verificaba en la Edad Media.
—¡Cáspita! ¡Si tendré que ponerme una
armadura! —repitió Rocambole.
—No; pero concurrirán los frailes á la
misa nupcial y se apoderarán de usía, que-
dando á merced de ellos hasta que se ter=
mine la ceremonia,
—¿Y no hay más?
— Y que vendrán aqui para llevar á usía
á la capilla.
Rocambole se asomó á la ventana, y co-
mo el pabellón se hallaba colocado al pie de
la colina vió en la cima de ella al antiguo
castillo con sus trrres puntiagudas, sus es-
beltas veletas, sus ennegrecidos muros cu-
biertos de liquen y cuyo imponente aspecto.
llenaba el alma de vaga melancolia. :
—A fe mia—dijo—que el tal castillo tiene
todo el aspecto de un cementerio.
El guarda agregó;
—Los frailes van á subir á buscar á usía.
—¡Bah!—exclamó. — Yo sólo iré, pues
veo desde aquí el camino. E
—No es por esa senda por donde debe ir
usía, según ha decidido el señor arzobispo.
—¡Bah!
—Su excelencia quiere que este matrimo-
nio sea igual en todo al de la señorita Cu-
negunda de Sallandrera, que se casó el año
1471, durante el reinado de Fernando el
Católico, con el muy alto y poderoso señor
don Lorenzo de Alvinar, marqués de Vargas.
—¿Y cómo se efectuó ese casamiento?—
preguntó Rocambole, al cual divertiían mu-
cho tantas rarezas. :
—Este pabellón era una capilla consa=
grada á la Virgen, donde el marqués pasó
la noche orando.