LOS BANDIDOS DEL RIF
moros, uno de ellos tiene-la piel blanca, los ojos azules
y la barba y el pelo rubios. : E
—¿Van a entrar en la cueva?
—¿Tiemblas por Zamora?
—La gitana está armada con un buen fusil y no es
fácil de asustar. Si es preciso luchará contra los ban-
didos del Rif junto a Janko, que después de todo, siem-
pre se ha mostrado valiente. ;
—¿Oyes? Disparan desde dentro de la cueva.
—SÍ, ya oigo—contestó Carmelo que hacía desespe-
rados esfuerzos para pasar la cabeza por el da sin
conseguirlo—. Y nosotros aquí impotentes, mientras
debajo de nosotros, a unos cuantos metros, está luchan
do la hija de la reina más hermosa que tuvieron los gi-
tanos. ¿Por qué estas lavas no tomarán su antigua es-
tabilidad? No, no es posible que tengamos que morir
de esta manera, medio destrozados, tostados por el sol,
sedientos, asaltados quizá por los halcones sin poderlos
rechazar. :
| —¿Eres tú ahora,, Carmelo, quien se desespera ?
—No, aún no.
—En la cueva siguen haciendo fuego.
—Ya lo oigo, Pedro. : S
Entretanto el sol' alzábase radiante, esparciendo por
encima de] mar millones de lentejuelas de oro. Con. el de
sol habíase desencadenado ¡un viento repentino, quiza
- de breve duración, que seguía lanze ando contra clds ros
cas olas inmensas. :
El barco, que hasta entonces había resistido, se ida
AS rápidamente. Las olas arrancábanle tablas
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