DEL RIF
LOS BANDIDOS
En aquel momento, el león y las leonas cayeron so-
y
bre la barricada con ímpetu irresistible, haciendo os-:
cilar cajas y toneles.
Sus poderosas garras se habían puesto en seguida a
la obra con el objeto de abrirse paso, y la floja madera
de Noruega sé resquebrajaba bajo aquellos golpes.
Ya habían removido los toneles, cuando Carmelo de-
rribó una hembra que había logrado meter la cabeza
dentro de la barricada, que ya había perdido su resis-
tencia.
El macho y la otra hembra, espantados del continuo
fuego de mauser, que no cesaba mi un solo momento,
y quizá heridos, se io on por fin a retirarse precipi-
tadamente. ]
—He visto la muerte bien de cerca—dijo Carmelo ayu-
dando a Pedro y a Janko a reforzar la barricada.
—¿Se han marchado ?—preguntó Pedro. |
—Me temo, amigo mío, que nos esperen ahí fuera.
—¿Querrán sitiarnos?
—¡Querrán conquistar su cueva I—replicó Carmelo.
—¿ Tendremos que estar siempre aquí dentro?—pre-
guntó Zamora—. ¿Y el talismán ?
—Hay tiempo de pensar en ello—contestó C A sOlLE:
La empresa mo será tan fácil como creíamos.
—¡ Siempre ese talismán ! —exclamó Pedro—. ¿pe po-
7 saber por qué motivo hemos desembarcado en
Africa? : ES
—Para alegrar los oídos de los rifeños ; este era, des
lo menos, nuestro propósito. ' EN
En aquel momento, oyeron al león. y a la UE rugir de
terriblemente. Los dos formidables animales debían ha-