LOS BANDIDOS DEL RIF
Un fuerte grito escapóse de los dos al mismo tiempo :
—¡¡La salida! ¡La salida!
Se habían encontrado de repente ante una segunda
cueva, quizá más grande que la primera, e iluminada
por una gran faja de luz que bajaba a través de al.
guna abertura de la bóveda.
También allí dentro había gran cantidad de algas, y
debajo de ellas oíase el murmullo de agua corriente.
—¡ Estamos salvados ! —exclamó Carmelo.
—Poco a poco, amigo—dijo Pedro—. ¿Habrá alguna
abertura que nos permita marcharnos?
- —¿Y el agua de estos torrentes adónde va a parar?
Seguiremos su curso y ya verás cómo no tendremos de
qué arrepentirnos.
—Tiénes razón, Carmelo, A veces me «pongo tan tor-
pe que no comprendo nada.
TE, uno de los estudiantes más inteligentes de
Salamanca ! :
—¿Seguimos adelante o regresamos?
-—Ahora que hemos comprobado que no hay leones
aquí dentro, vamos a defender la barricada. La explo-
ración la podrán llevar a cabo los gitanos.
—¿Y si encontrasen alguna pantera?
—No es gente que se asuste y se deje comer impune-
mente—-dijo Carmelo.
—Entonces, corramos—añadió Pedro—. Estoy algo
preocupado por haber dejado a aquellos dos jóvenes jun-
to a los leones. iS
Echaron una última mirada a la nueva cueva, toda
lena de agua corriente que se internaba por entre las
capas de algas, acumulada allí dentro por los hombres
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