LOS BANDIDOS DEL RIF
La voz del cañón se hacía de cada vez más débil.
Los artilleros, impotentes para dominar la caballería ri-
feña huían replegándose sobre “lí grueso de la columna,
que bajaba los áridos primeros contrafuertes del Gu-
rugú. te
En el barranco, los pocos supervivientes, seguían u-
chando desesperadamente, cogiendo a los compañeros cal-
dos en la pelea los cartuchos que aún les quedaban sin
disparar, y morían como valientes bajo el fuego infer-'
nal del enemigo. : :
Se dice que en el barranco del ¡Lobo sucumbieron
ochocientos soldados, después de una lucha homérica,
pero quizá nadie ha sabido munca el número exacto de
ellos.
Los dos estudiantes, con el corazón Ae huye-
ron a través de la espesura, llevando de la mano a la gí-
tana. |
_ Trataban de ponerse en salvo en los primeros contra-
fuertes de la montaña maldita, que, bañada por la luna
llena, parecía aprobar la matanza que los rifeños, sus
habitantes, estaban llevando a cabo,
Subían del barranco nubes de pólvora, esparciendo un
fuerte olor, atravesadas por continuos fogonazos.
—¡De prisa! ¡De iO sc Carmelo continua-
mente.
-Subieron a da carrera una colina cubierta de bosque,
mientras llos últimos tiros destruían los pocos supervi-
vientes de la vanguardia, y en seguida bajaron a un
barranco profundísimo. -
De repente, un grito de atrio Se escapó de sus ga fo
gantas.
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