Full text: Tomo segundo (Bd. 2)

  
  
     
LOS BANDIDOS DEL 
     
RIF 
—Pues no he desesperado todavía. 
“¿En quién confías? 
  
—En Zamora, que está en libertad. 
-—SÍ, pero ceca por la Bruja de los Vientos y 
Janko, 
—Aquella muchacha es coper de ia a los dos. 
—Que es más valiente que una leona, no lo niego 
—dijo Pedro, que seguía moviendo desesperadamente la 
Cabeza, tratando de romper algún punto del terrible co- 
Sido—. Pero además están allí los- bandidos y tendría 
que luchar con ellos. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
     
  
  
  
   
  
—Pues yo te repito que no he perdido todas las :es- 
Peranzas de poder salir de dentro de esta carnaza que 
d Mañana empezará a pudrirse.” 
o ¡Qué perfume más agradable para nosotros ! 
El olor sería lo de menos. Es que e iia nos pu- 
driremos nosotros. 
—Al pensarlo se me ponen los OS de punta. 
Aquellos canallas podían buscar un género de muerte 
- Menos cruel. ¡Bah! Ya nos vengarán de ello nuestros 
Compatriotas, porque espero que esta vez España aca- 
bará para siempre con estos bandidos y les causará de- 
Sastre tras desastre. Verdad es, sin embargo, que el Rif 
ha sido siempre un hueso muy duro de roer. 
—Todo ello es debido a estos montes que protegen a 
€S0s bandidos. Pedro, me parece que me encuentro den- 
tro de un horno. 
K—Lo mismo me sucede a qn 
—Esta carne fresca desarrolla un calor infernal. 
—¿Empezará ya a corromperse? 
Quizá. En este país la carne debe ser comida en 
  
   
   
  
     
¿Los bandidos del Rif.-11
	        
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