LOS BANDIDOS DEL
RIF
—Pues no he desesperado todavía.
“¿En quién confías?
—En Zamora, que está en libertad.
-—SÍ, pero ceca por la Bruja de los Vientos y
Janko,
—Aquella muchacha es coper de ia a los dos.
—Que es más valiente que una leona, no lo niego
—dijo Pedro, que seguía moviendo desesperadamente la
Cabeza, tratando de romper algún punto del terrible co-
Sido—. Pero además están allí los- bandidos y tendría
que luchar con ellos.
—Pues yo te repito que no he perdido todas las :es-
Peranzas de poder salir de dentro de esta carnaza que
d Mañana empezará a pudrirse.”
o ¡Qué perfume más agradable para nosotros !
El olor sería lo de menos. Es que e iia nos pu-
driremos nosotros.
—Al pensarlo se me ponen los OS de punta.
Aquellos canallas podían buscar un género de muerte
- Menos cruel. ¡Bah! Ya nos vengarán de ello nuestros
Compatriotas, porque espero que esta vez España aca-
bará para siempre con estos bandidos y les causará de-
Sastre tras desastre. Verdad es, sin embargo, que el Rif
ha sido siempre un hueso muy duro de roer.
—Todo ello es debido a estos montes que protegen a
€S0s bandidos. Pedro, me parece que me encuentro den-
tro de un horno.
K—Lo mismo me sucede a qn
—Esta carne fresca desarrolla un calor infernal.
—¿Empezará ya a corromperse?
Quizá. En este país la carne debe ser comida en
¿Los bandidos del Rif.-11