y lez ANO LOS PIRATAS
mente perecido á manos de su feroz caudillo. Además, las
declaraciones que le acusan de la muerte son muy variadas
en sus circunstancias, tanto con respecto á la nación del ma-
rinero asesinado, como tocante al sitio del buque donde se
ejecutó. Esta variedad de incidentes prueban que los testigos
no están plenamente informados de lo mismo que aseguran,
por cuya razón debe darse más crédito que á ellos á mi in-
feliz patrocinado, que declara el hecho con ingenuidad y fran-
queza: no hirió, como él dice, 4 un hombre sano causándole
la muerte; sólo acabó de exterminar á un moribundo por el
anhelo justísimo de conservar su propia existencia.
Mi defendido, al confesar con franqueza y verdad la muer-
- te que le atribuyen sus compañeros, manifiesta que conser-
va todavía en su corazón sentimientos contrarios á los de
aquellos con quienes su suerte desgraciada hizo que se acom-
pañara, y al mismo tiempo pone su vida y su futuro destino
en manos de unos Jueces que sabrán con su fallo hacer ver
que no los gobierna otro principio que el de la justicia, incli-
nada siempre á la clemencia, que es su mayor distintivo.
No más sangre, señores. Si el objeto del castigo es presen-
tará las naciones un cuadro que atemorice á los malvados
para que se abstengan de quebrantar los vínculos sociales,
me parece que este objeto está cumplidamente satisfecho,
exterminando á los principales motores de la rebelión. Si
muere el cruel Benito Soto, monstruo de inhumanidad y de
perfidia, ¿merecerá la misma pena un joven incauto, que más
por inexperiencia que por malicia, cedió á sus infames suges-
tiones, y se vió á su pesar despeñado en el sendero del cri-
men? Claro es que mi patrocinado merecerá alguna más in-
dulgencia.
Por esta razón poderosísima, suplico al Consejo se sirva
conmutar la pena de muerte que al parecer merece mi defen-
dido con otra menos terrible, y así acrisolará con este nuevo
fallo su rectitud y clemencia.
- San Fernando á 29 de Noviembre de 1829.—MiIGUEL LLO-
BREGAT.