DEL DEFE“SOR DE PEDRO dE
y hallase en él un digno auxiliar y rival, pues el tal sujeto
unía á su mucha audacia un gran temple de alma, demos-
trado á bordo mismo y en la vida semi-pirática que había
ejercitado anteriormente en los corsarios insurgentes de la
América del Sur.
Las disensiones de la tripulación eran favorables á sus
intentos, y fácilmente logran atraer 4 su partido á José de
Santos (brasileño), Nicolás Fernández (gallego) y Nuño Pe-
reira (portugués). Siguen á éstos Antonio de Laida (vizcat-
no), Francisco Caraballo, Juan Antonio y el negro Joaquín,
esclavo del Comandante. El francés Saint-Cyr Barbazán, de
imaginación ardiente, instrucción poco común en su clase y
de carácter vivo y emprendedor, entra gustoso en la cons-
piración, arrastrando tras sí, sin grandes dificultades, 4 sus
compatriotas Guillermo Teto, Francisco Goubín y Federico
Lerendú. Últimamente se une á estos trece individuos el
mahonés Pedro Antonio.
Según aseveran algunos de los nombrados, el plan primi-
tivo fué alzarse con el bergantín cuando ya los negros estu-
viesen á bordo; pero este proyecto tenía riesgos que vencer,
y la ocasión que se les presentaba no podía ser más favora-
ble para la ejecución de sus malvados intentos.
La rebelión
Todo se hallaba en reposo la noche del 26 de Enero de
1828; una parte de la tripulación, compuesta de portugueses,
dormía tranquilamente, descansando de las fatigas del día,
y el resto aparentaba el mismo sosiego.
A las diez y media de la noche se oyen de repente unos
gritos terribles, y la voz de abajo los portugueses, que repi-
ten los sediciosos armados de chuzos, puñales y pistolas.
Envueltos en la oscuridad, arrollan, maltratan y hieren á los
inermes portugueses, quelsobrecogidos de espanto, se rinden
á discreción y son encerrados en la bodega sin la menor re-
sistencia. ir
Destácanse al mismo tiempo para sujetar al piloto los su-
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