A EL MONSERRATE.
Cardona y Aragon, que el nombre oyeron,
Puesta la vista más atentamente,
Al heróico varon reconocieron
De ambos deudo, aunque en modo diferente:
Alegres, dél á conocer se dieron;
Alegre él los conoce, y la valiente
Mano las de ambos toma; y sosegado
- Así prosigue el cuento comenzado:
«Por varios casos y por gran deseo
De ver del mundo las heróicas cosas,
Salí de España, donde no hay empleo
Por ahora de empresas generosas;
Y despues de larguísimo rodeo
Del mar y sus carreras tan dudosas,
A Roma, al fin, llegué, y en coyuntura
Cual pudiera pedir á la ventura.
»No es posible que sepas el gran hecho
Del santo Leon Cuarto, pues te hallo
Con estos moros puesto en este estrecho;
Y así, será justísimo contallo;
Que de admirable regocijo el pecho
Tendrá cualquiera lleno al escuchallo;
Y más en tí será tal regocijo,
Cual de la Iglesia tan ilustre hijo.»
Responde Alberto: « De la Iglesia santa
Soy y de su pastor hijo obediente
Y de su gozo ha de caberme tanta
Parte cual es á un hijo conveniente;
Y así, señor, suplícote con cuanta
Cortesía te debo, el excelente
Hecho que dices digas por extenso;
Que heróico ya y altísimo le pienso, »