206 EL MONSERRATÉ.
Admirado Garin de la extrañeza
Del único jardin, pasa gozando
De su rara y riquísima belleza,
Las nunca vistas cosas admirando;
Y en unas la bellísima riqueza,
La novedad en otras contemplando,
Ya bebiendo de todas el veneno,
Casi del todo de sí mismo ajeno.
Espiraba un olor de mil olores
Regalados, preciosos y suaves;
Oíanse estogar los ruiseñores
Con voz aguda sus dolores graves;
Víanse andar gozando fruto y flores
Otras, aunque nocturnas, lindas aves:
Sentíase tras esto una armonía '
Que el cielo y elementos suspendia.
Para donde la música sonaba
Vuelve Garin la vista y el oido;
Y á la sonora voz, que se acordaba
Al suave y dulcísimo sonido,
Sin resistencia alguna apresuraba
Los mal guiados piés tras el sentido,
Metiéndose con paso apresurado
En un enredo crético intrincado.
La dulce lira y dulce voz oia
Más cerca cada paso, y no por eso
Al músico agradable ver podia
Por el hermoso laberinto espeso;
Y por la misma privación hacia
Siempre mayor el comenzado exceso,
Con más deseo el músico buscando,
Y más adentro en la maleza entrando.