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EL MONSERRATE.
De aquella dama á quien la injusta muerte
Dió con tanta crueldad su injusta mano
Garin el rostro y la belleza advierte,
No en la imaginacion ó sueño vano,
Sino en formado cuerpo, de la suerte
Que es junto con el alma el cuerpo humano,
Tan retratada al vivo que el ser muerta
Tiene entonces Garin por cosa incierta.
Y con debido miedo recelando
De vision en tal forma aparecida,
Al alto cielo en su favor llamando,
- Della se aparta con veloz huida;
Y ella la voz entonces desatando,
Así con sus venenos le convida:
«¿De quién, mi gloria, quieres alejarte?
¿De quién quieres huirte y esquivarte?
»No soy yo sierpe ponzoñosa y fiera
Que usar quiera en tu daño su veneno;
No soy Aleto yo, no soy Megera,
Ni tengo su mirar de espanto lleno:
Mujer soy, y mujer que amando espera
En tí, que de mi amor estás ajeno,
Sin razon siendo de tu propio gusto
Fiero enemigo y matador injusto.»
Aquí paró la lengua ponzoñosa,
Y en vez della, las manol atrevidas
Quisieron emplear la rigurosa
Fuerza que rinde y doma tantas vidas;
Pero de la estacada peligrosa
- Huye Garin, y evita las heridas
De aquella combatiente dama bella,
Y huye por vencer con ánsia della.