-240 E EL MONSERRATE.
Y tal fuera el suceso del pesado
Y fuerte golpe, si don Diego, diestro,
Mudando piés hácia el siniestro lado,
No le dejara en tierra el lado diestro;
Y al mismo tiempo extremamente osado,
Y extremamente plático maestro,
Al alto lestrigon fiera se junta
Con una brava y rigurosa punta.
No fué la furiosísima estocada
Por donde el caballero pretendia;
Pero tampoco fué del todo errada,
Pues el gran brazo al peto le cosia:
Ser la rabia del mónstruo comparada
A cosa alguna que la tierra cria,
Con palabras pensando exagerarla,
Será muchos quilates amenguarla.
Las hermanas crinadas de serpientes,
Furiosas hijas de la noche triste,
Cuando en su pecho en daño de las gentes
En el punto mayor su saña asiste,
Jamás podrán sus furias inclementes
En el punto de furia en que consiste
Aquel pecho del mónstruo enfurecido,
En un ardiente infierno convertido.
Cala otra vez la ya empinada maza;
Mata al fuerte español si el golpe acierta:
Corta es, y embarazada está la plaza;
La vida importa la destreza cierta: y
Nada desto á don Diego le embaraza, A
Antes le aviva más y le despierta;
Y así se guarda de este golpe fiero
De la manera que esquivó el primero,