EL MONSERRATE. O
No bien á la ventana el varon fuerte
La cabeza asomó, reconociendo
Lo que en aquella casa de la muerte
Con espanto y horror van descubriendo,
Que del pobre Garin la extraña suerte
En que le puso el lestrigon horrendo,
Se le ofreció á la vista, que turbada
Quedó, en dolor inmenso embelesada,
Mira al monje carísimo entregado
A la parte del torno que entregaba
Los miserables hombres al airado
Tropel de fieras que el corral cerraba:
En éxtasis divino arrebatado
El ermitaño parecia que estaba,
Las rodillas hincadas en el suelo
Y los ojos clavados en el cielo.
Los leones, los tigres, las panteras,
Los osos, dragos, grifos y serpientes,
Y todas las demás sangrientas fieras
Que en aquel gran cercado están presentes,
Hambrientas y coléricas y fieras,
Con espantoso rechinar de dientes,
Y el monte con aullidos atronando,
Al contrito Garin andan mirando.
Y no hay alguna ¡oh gran Padre divino!
Que llegar ose á la comida puesta
En el gran torno, donde de contino
Les era en tanta multitud dispuesta;
Visto pues el amado peregrino,
El gran Florel á le salvar se apresta,
Y no sabiendo otra más cierta via,
Saltar por la ventana ya queria,