EL MONSERRATE. | 283
Acude el Conde y su gallarda gente
A la parte que el alto són guiaba;
- Y mirada la fiera atentamente
Y el miedo y mansedumbre que mostraba,
Cierran con ella algunos frente á frente,
Y sin que se mostrase ó fuerte Ó brava,
Con extraño contento y maravilla
De la cueva la sacan de trailla.
¡ Oh misterioso Dios ! El ermitaño
Que sigue humilde vuestra santa traza,
Y en recompensa del pasado daño
Su cruz de penitencia alegre abraza,
Es esta fiera que, con tanto engaño,
En tan monstruosa forma el Conde caza;
Forma en que con el tiempo y su vestido
La penitencia el cuerpo ha convertido,
Pudo tanto en el pobre penitente
La desnudez, el tiempo y la aspereza,
Que, vista de los piés hasta la frente
Su trabajada terrenal corteza,
Era de la que fué tan diferente,
Que nadie, aunque tuviera gran certeza
De ser Garin el que cual fiera estaba,
Dejara de pensar que se engañaba.
¡ Bendito y santo monje ! ¿qué sentía
Esa alma heróica, de prudencia llena,
Cuando al velloso cuello te ponia
El diestro cazador dura cadena ?
¿ Por qué sabios discursos discurria
Para sentir consuelo en vez de pena?
¿ Qué acuerdo hizo, envuelio en dulce llanto,
De las palabras del Prelado santo ?