EL MONSERRATE.
¡Qué esperanza, qué fe, qué amor divino!
¡Qué constancia tan puesta en su fineza!
¡Oué saber tan excelso y peregrino!
¡Qué humildad y obediencia y fortaleza!
¡Qué corazon, qué pecho diamantino,
Lleno de heróica y celestial nobleza!
¡Qué desprecio tan célebre del suelo !
¡Oué deseo tan íntimo del cielo!
El que la sed del oro le atormenta,
Y el que la hambre del mandar le mata;
El que los torpes vicios alimenta,
Y el que santas virtudes desbarata;
El que regalos de Epicuro inventa,
Y el que cual Heliogábalo se trata,
¿Qué confusion tendrán, qué corrimientos,
Si al heróico Garin miran atentos ?