EL MONSERRATE.
Podrá guardarse fácilmente el hombre
De quien tuviere manifiestamente
De su adversario título y renombre,
Aunque sea fortísimo y valiente ;
Pero de aquel amigo que en tal nombre
Envuelve esta mortífera ser piente,
No se puede guardar; que el fiero daño
Viene cual aquí vino al ermitaño.
El cual vuelve engañado así á su cueva,
Con un grande propósito encendido
De emplear su virtud con fuerza nueva
Hasta ver su mortal deseo rendido;
Mas este buen propósito que lleva
Presto fué con su fuego consumido,
Con su fuego cruel, con aquel fuego
Que consume la vida y el sosiego.
Recibióle la dama generosa,
Mostrando en el cristal resplandeciente
En los dos soles, y en la fresca rosa
(Helado asiento del amor ardiente),
Que sin consuelo, triste y temerosa
Habia estado mientras dél ausente,
Esto diciendo con tan dulce acento,
Que por oirla se paraba el viento.
Como suele salir la blanca aurora ]
Del negro albergue de la noche OSCUrAa,
elleado con los ojos que enamora
Dignos bien de tal luz, luz del sol eo
Así salia la gentil señora
De aquella cueva tenebrosa y dura,
Esparciendo la luz de aquellos ojos,
Dignos de mil trofeos y despojos.