EL MONSERRATE.
Gimiendo siempre, siempre en tierno llanto
Pasó las horas del divino oficio,
Mostrando valerosamente cuánto
Vuelve ya á confiar de su ejercicio:
El que gobierna el monasterio santo,
Llegado al fin el alto sacrificio,
A Garin llega, y con amor le ofrece
Todo lo que conoce que merece.
Era Garin de aspecto venerable,
Aguileña nariz, enjuta cara,
Alegre vista, gravemente afable
Con humildad y con modestia rara;
Blanco, rubio, dispuesto y de agradable
Compostura, que daba muestra clara,
En amable apariencia, ser persona
Que de nobleza y cristiandad se abona.
Y así el monje prudente conociendo,
- Luego en viendo á Garin, que merecía,
En su notable aspecto y reverendo,
Cumplida y amigable cortesía;
Hospedaje carísimo ofreciendo
Con palabras discretas de alegría,
Su voluntad, su celda y mesa ofrece,
Y él la caricia acepta y la agradece.
Van á la celda á entretenerse hasta
Que se llega la hora de la mesa,
Dando cuenta de sí la que le basta
A. quien sus cosas con prudencia pesa;
Que almacen de palabras no se gasta
Adonde es dellas la razon turquesa,
Porque las saca solamente al justo
Con la verdad, con el provecho y gusto.