— 154 —
cono de Mr. Knox con el general Zelaya aparece
sin disfraz alguno y no necesita comentarse. La fi-
gura del canciller yanqui se deja ver en toda su
extensión: absorbente, inculta con los débiles y
aplastante con sus enemigos. Que no hubiera come-
tido otro acto de imperialismo, esa nota bastará pa-
ra excomulgarlo del acultura y de la civilización.
De todo lo anterior se desprende que el ac-
tual régimen político de Nicaragua es una imposi-
ción de Mr. Knox y que de ningún modo puede re-
presentar la opinión nacional; y si Mr. Wilson quiere
reparar los daños de la política imperialista, de-
be no digo cambiar el régimen actual de Nicara-
gu, sino dejar que el pueblo nicaragúense, en ejer-
cicio legítimo de sus derechos, se de un Gobierno
que represente la opinión pública y que encamine
al país por la senda del bienestar y del pro-
greso.
5—La ingerencia que los Estados Unidos to-
maban en los asuntos nicaragienses, el apoyo ma-
nifiesto que daban a la revolución, la altanería us:
descaro de la nota de Mr. Knox, etc., etc., - revela-
ban el grandísimo peligro que podía correr la auto-
nomía centroamericana. Las armas del Norte im-
ponían en Nicaragua un Gobierno que les fuera su
instrumento para próximas usurpaciones. La san-
gre, la lengua, la libertad y el honor de lá raza su-
frían golpes desastrosos... La contienda, aquella
contienda desigual de un país pequeño contra una
nación poderosa, tendría un funesto resultado: Ni-
caragua sería conquistada y conculcada la sobera-
nía de la América Central.
Se imponía por el bien de la Nación, que la lu-
d