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cunda, sino por la influencia que ha tenido y tiene
en los acontecimientos politicos del Continente.
Educado en Paris, en medio de aquel inmenso
torbellino, dando toda su juventud a la metrópoli
francesa, no descuidó los intereses raciales, y, a
través de la distancia y prescindiendo de los goces
que continuamente ofrece la bulliciosa Capital, si-
guió el rumbo de los acontecimientos políticos de
América y puso toda su atención en el porvenir de
nuestros pueblos.
Ugarte tiene en su alma de luchador todo el
fuego de nuestros volcanes y en su corazón de la-
tino todo el ardor y patriotismo de la raza. Su po-
tente mirada de sociólogo ha descubierto, allá en
lontananza, la tempestad que se está formando en
las regiones del Norte y no se cansa de depun-
ciarla para que los pueblos amenazados puedan de-
fenderse.
El bardo luchador es aun muy joven; no llega
a 37 años y ya ha producido un regular número de
obras que le han dado un puesto de preferencia en-
tre los pensadores de la época. En todas esas obras
palpita su alma franca, pletórica de nobles rebel:
días, y en todas se descubren sus sentimientos hu-
manitarios. Ugarte emplea el arte para el bien—
que es la mejor manera de emplearlo— y en todos
sus libros, además de la forma elegante en que en-
vuelve sus delicados pensamientos, se encuentra
una lógica contundente que está siempre al servicio
de las buenas causas; ama la literatura viril, la lite-
ratura que analiza, que censura, que redime, Tiene
el dón de escribir para todas las inteligencias: su
lenguaje es claro y convincente.