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pronta comunicación con el mundo entero; los Go-
biernos federados pactarían la fundación de altos
centros científicos y de bellas artes que vendrian
a ser los faros intelectuales de nuestra joven y
vigorosa América.
Son incalculables los beneficios que nos daría
la realización del bellisimo sueño de Bolívar; hay,
pues, que seguir el camino que el Genio nostrazara.
Preparemos el terreno para la gran transfor-
mación política de nuestros pueblos, para esa gran
trasformación que debe abrirles nuevos horizontes
y darles un puesto de preferencia en el grupo de
las naciones más civilizadas. Sí, América Latina
debe ser grande, no sólo por sus inagotables rique-
zas hoy casi inexplotadas, sino por la nobleza y
y gallardía de sus hijos. Ya Roque Sáenz Peña,
una de las figuras que mejor la representan,
lo ha dicho: América para la humanidad. Esa
hermosa frase, puesta en labios de hombres de esa
estirpe, anuncia el papel que nuestros pueblos han
de desempeñar en el concierto universal.
Cuando estemos unidos, siquiera por los vín-
culos de una alianza ofensiva y defensiva, muchos
de los males que hoy esquilman a la raza no se
producirán: el caudillismo será extinguido, los ca-
pitales extranjeros acudirán sin exigir las adua-
nas para garantizar el pago de los intereses, el
ruido de los ferrocarriles despertará las concien-
cias que aun duermen y la América Latina será
dueña y señora de su destino!
Sobre todas las disputas de fronteras, sobre
todas las pequeñeces de partido y sobre todas las
rivalidades de gabinete, debe tremolar, para bien