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va California y se hicieron poseedores de una in-
mensa costa del Pacifico. En 1871 el presidente
Grant hizo grandes esfuerzos para apoderarse de
Santo Domingo. En julio de 1898 el Congreso de
Washington declaró la anexión de las islas Hawai,
a pesar de las protestas del Japón que había visto
en ese mismo año tropas americanas conquistando 1
tierras puramente asiáticas, y ya el pabellón de las |
barras tintas pudo izarse, en són dominador, en el
centro del Océano. Mas aún, el Gobierno de Mac.
Kinley, so pretexto de ayudar a los cubanos en su
lucha con España y por un incidente que según
parece él mismo preparó, rompió sus relaciones con
el Góbierno Español e intervino de lleno en los
asuntos de la-Isla, de la cual no retiró sus tropas
sino después de haber hecho firmar un tratado al-
tamente oneroso para sus habitantes: les hizo dar a
los Estados Unidos el control de las rentas nacio-
nales, les hizo dar a esta nación el derecho de in-
tervenir cuando lo creyera conveniente y le exigió
el acuartelamiento en la Isla de no pocas tropas
americanas, como si Cuba fuera una factoría o
algo por el estilo. La guerra hispano americana
terminó con el Tratado de París, en virtud del
cual, la isla de Puerto Rico pasó a ser propiedad
americana, a pesar de las tendencias autonomistas
que aun persisten en el alma puertorriqueña.
En 1903 Teodoro Roosevelt, ese bárbaro caza-
dor de fieras y de pueblos, que dicho sea de
paso fue flagelado por diarios londinenses con mo-
tivo de sus peroratas en aquella gran metrópoli y
últimamente vencido con enorme mayoría por el
Partido Demócrata de su país, cubriendo de igno-