CAP. IV. - DEL RESPETO EN EL TEMPLO E
menos pervertidos, de espíritus ignorantes, de almas
superficiales, lijeras, incapaces de sentir el contacto
de las cosas grandes y santas. .
781. Necesario es decirlo con máximo dolor de
nuestra alma: la falta de respeto en el templo, hasta
llegarse á provocar dentro: de su recinto en muchas
ocasiones desórdenes increíbles, es llaga particular
de nuestra República, sobre todo en las ciudades
populosas y que se dan por más cultas. La per-
versa costumbre ha llegado á dominar de tal ma-
nera, particularmente en ciertos días y solemnidades,
que ya los desórdenes y profanaciones se esperan
como cosa inevitable, y los Rectores de templos tienen
que resignarse 4 contemplar, con el corazón tras-
pasado y el alma abatida, manifestaciones implas que
por sus circunstancias y caracteres se ven en la
imposibilidad de reprimir. Aprovechamos esta ocasión
tan solemne en la vida de nuestra Iglesia, para dejar
consignada nuestra más enérgica reprobación contra
tan frecuentes desacatos.
782. Condenamos el lujo inmoderado y teatral con
que asisten muchas jóvenes á nuestras solemnidades,
poniéndose en espectáculo, atrayendo de propósito las
miradas de la profanidad y de la concupiscencia,
disputando al Altísimo las atenciones y adoraciones
en su propia casa, y convirtiendo el templo en un
recinto de manifestaciones indignas bajo todos res-
pectos de lo sagrado del sitio. Preciso es confesar que
si los hombres figuran tanto en estos escándalos, á
las mujeres corresponde en ellos mismos gran parte
de responsabilidad. La mujer de fe y de piedad no va
á profanar la casa de Dios : ella se guarda muy bien
de concurrir al lugar santo para servir de pretexto
á semejantes irreverencias. :
788. Todo el mundo convendrá en que es mui
racional y pertenece á la buena civilidad de un pueblo,
el que haya trajes diversos para los diversos actos de
la vida social: así lo tiene establecido el uso en todos
los centros de cultura. ¿Por qué no adoptar para la
asistencia á los templos un traje modesto y severo,