LA CIUDAD ANARQUISTA AMERICANA 163
estupenda pone en la frente del hombre el
signo luminoso del genio omnipotente.
ES
Vuelto a la Sala del Consejo, Super se .en-
tretuvo clasificando la correspondencia traí-
da por Luzbel, colocándola después en el ca-
sillero alfabético destinado a este objeto. En
dicho casillero quedaban las cartas a dispo-
sición de los destinatarios, quienes las reco-
gían cuando pasaban por: alli+osal rap la,
reunión de la noche. Otro casillero, con el
nombre de las comunas vecinas, servía pa-
ra depositar la correspondencia a enviar al
exterior. En la ciudad anarquista no ha-
bía otro servicio urbano de correo que
el indicado, porque sus habitantes se veían
todos los días, con lo que no tenían por-
que gastar tinta ni papel y perder tiempo
en escribirse, puesto que pudiendo entender-
se verbalmente la necesidad de recurrir a
la forma. epistolar no existía; y cuando, por
uno u otro motivo urgente tenían que comu-
nicarse a distancia, ellos lo hacían por me-
dio del teléfono sin hilo, cuyos receptores se
hallaban colocados en todos los puntos de
la ciudad y del territorio, donde eventual-
mente podían estar ocupados o presentes los