LA CIUDAD ANARQUISTA AMERICANA 253
una a la mañana para la ida a la labor y
otra a la noche pará el regreso al hogar... Y
miles de hombres, de mujeres y de niños, ha-
cían diariamente el mismo monótono y abu-
rridor recorrido, perdiendo un tiempo precio-
so que sumado PES fabuloso, cuando
era tan cómodo y sencillo para los vecinos
en cada barrio, hacer allí mismo, el trabajo
que hubiese.
Además, no habiendo que conformarse a
horarios impuestos y por lo tanto arbitrarios,
- puesto que las cosas hacíanse por libre ini-
ciativa y en cualquier momento del día y al
notar la conveniencia de efectuarlas, no se
voía en las calles de la ciudad anarquista,
aquella doble correntada humana que len los
grandes centros poblados desbordan de 'una
a otra vía, entrechocándose en la encruci-
jada de los caminos, como olas enemigas que
se repelen, para correr luego, Silenciosas y
frías, entre las altas paredes de los edificios
construídos a ambos lados de la calzada.
No faltando nada «nadie, no había hara-
pientos al lado de bien vestidos, ni a
tos codeando hartos; ni pudientes orgulloso
al lado de humildes hipócritas y sn
Los semblantes expresaban sólo sentimien-
tos nobles y leales. La máscara repulsiva de
la hipocresía había caído de todos los ros-
tros, habiendo las caras recuperado sus armo-
niosas líneas naturales y humanas, deforma-
das durante tanto tiempo por la burla inso-