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Anochecía, cuando la silla de posta tras-
puso la Puerta Salaria y comenzamos á cru-
: zar la campiña llena de misterio y de -ftumo-
res lejanos. Era la campiña clásica de las
: vides y delos olivos, con sus acueductos rui-
- 'nOSOS, y sus colinas que tienen la graciosa
- ondulación de los senos femeninos. La silla
. de posta caminaba por una vieja calzada, las
mulas de tiro sacudían pesadamente las co-