Sonata de Primavera 98
— ¡La madre me lo recomendó al morir!
—¿Y qué es de los otros dos?
—Por esas calles andan. El uno tiene cin-
co años, el otro siete. Pena da mirarlos, des-
nudos como ángeles del cielo,
María Rosario tomó en brazos al niño
y lo besó con dos lágrimas en los ojos. Al
entreg árselo á la mendiga, le dijo:
-—Vuelve esta tarde y “pregunta por el
Señor Polonio.
—¡Gracias, mi señorina!
Un murmullo ardiente como una oración
.entreabrió. las bocas denegridas y tristes de
* aquellos mendigos. Alg unas voces murmu-
raron:
: da Alia $ pobre madre se lo agradecerá en el
cielo!
- María Rosario continuó: