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Sonata de Primavera 9
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las grandes salas desiertas y melancólicas:
po Tiemblan las oraciones en sus labios, tiem-
bla en sus dedos la aguja, que enhebra el
: hilo de oro, y en el paño de tisú florecen las
rosas y los lirios que pueblan los mantos sa-'
“grados. Y después del día, lleno de queha-
- ceres humildes, silenciosos, cristianos, por
las noches se arrodilla en su alcoba, y reza
con fe ingenua al Niño Jesús, que resplan-
dece bajo un fanal, vestido con alba de seda
blanca recamada de lentejuelas y abalorios.
La paz familiar se levanta como una alondra
_ del nido de su pecho, y revolotea por todo el
palacio, y canta sobre las puertas, á la entra-
da de las grandes salas. María Rosario fué el
: único amor de mi vida. Han pasado muchos
de años, y al recordarla ahora todavía se llenan
de lágrimas mis ojos áridos, e casi ciegos.
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