en aquellas fuentes inagotables de ciencia y
de aspiraciones altruistas, los remedios que
tal vez pedimos á falsos doctores.
Allí aprenderemos que las reformas, si
son esenciales y han de obrar en el alma,
en la conciencia, en los hábitos de los pue-
blos, deben dirigirse á sus mas recónditas
raices. Si determinada asociación política se
halla minada en su base por la inmoralidad,
el fraude y la injusticia, y estas cosas no
han levantado la uniforme protesta de la
masa social, que más bien tendiera á con-
vertirse en su apoyo y aliento, imite al
Maestro de las redenciones definitivas, que
ha enseñado esta ley universal: mientras
más honda y vasta sea la esfera del error
y de la corrupción, más profunda deberá
ser la base de la reforma, y más distantes
y remotos deberán esperarse sus efec-
tos. Y abarcando de un golpe de vista el
estado presente de las nacionalidades que
más nos interesan, no tardaremos en dedu-
cir esta fórmula primordial: educar, morali-
“zar, instruir, como base única de la rege-
neración anhelada.
A