La niña, que acompañaba á su madre,
callada y triste, había escuchado la rela-
ción dolorosa que para ella tenía también
el doble interés de lo propio y de lo des-
conocido, puesto que encerrada en su Go-
legio sin un solo día de vacación, ignoraba
los acontecimientos de su propia casa y lo
acaecido á su mismo padre. Era la niña
una criatura dulcísima que brillaba de luz
angélica. Era robusta, pero con cierta de-
licadeza espiritual. Sus cabellos, de un ru-
bio suavísimo y muy lácios, caían en abun-
dancia sobre sus hombros, marcando así
cierta harmonía con toda su figura, que era
de una dejadez extraordinaria, que marca-
ba el sello imborrable de la languidez ame-
ricana de su origen. Tenía no obstante la
blancura expléndida y la figura gallarda y
airosa de su madre. Parecía triste por sí y
entristecida por los sucesos. Impresionó
mucho á nuestro héroe la aflicción de
aquella familia amiga y casi emparentada
por el agua bautismal, y con la rapidez
del pensamiento hizo en su mente el firme
propósito de consolarlas y hacer por aque-.
lla su ahijada, no solo lo que el deber le
imponía, sino lo quela voluntad le dictaba.
Aquel héroe que aniquilaba al contrario,
sufría con la ternura de un niño por los
males ajenos y especialmente por los de
sus amigos. Interesado vivamente por
aquella desgracia, tomó muy á cargo suyo
no remediarla, porque ya no era posible,
“aunque así lo hubiese deseado, sino mili-
garla, adormecerla por medio de sus Cuí-