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padrino traidos de España cuando su largo
viaje por Europa!..... La llamarían, si á él
Filemón, á ella Baucis, ó por el contrario,
_4ella Filemón cuando Baucis á él. ¡Qué
desesperación!.... Todo venía á su memo-=
ria!.... ¡Si él era «el Cartujo», ella sería «la
Calavera»... y cuando él les parecía «Noé»,
ella que por candidez y blancura podía ser
- Paloma, les daría tal vez la humorada de
lMamarla «el Cuervo del Arca»!.... Como
estaba cada vez más entregada á su des-
- Contento, había llegado ya al desatino;
- había perdido la sensación del lugar y del
lMiempo..... No se daba razón de las horas
que pasaban, ni de la luz, que aumentaba
- €n intensidad y fuerza y se volvía ofensora;
Bi del clima que cambiaba notablemente,
Siendo muy cálido en los bajos y dema--
_Siado fresco en las alturas á dondé insen-
Siblemente habían llegado..... Por fin, no
Se había fijado ni en el camino..... Habían
abandonado el valle y cabalgaban desde
hacía un gran rato por terreno quebrado y
Montañoso..... Se hallaban en el principio
de aquellos peligros tan anunciados que
labían despertado su curiosidad y encen-
ido sus deseos..... Podía disponerse á-
a oa de lleno con aquel panorama nunca
isto..... :
Pero, Merced, lo observaba todo y todo
- lo analizaba, especialmente en días como
quel, predestinados al sufrimiento de su
“Mor propio. :
- Acababa de descubrir en su destino una
Amarga verdad: «que solo el peligro era.
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