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muerte de aquel sér venturoso por sí pro- .
pio, cuyo nombre harto ilustre y conocido
no quiero citar por hallarse ya imborrable
-en el pensamiento y en el corazón de los
Argentinos. : A
La triste anciana que cerrá. aquellos”
ojos al abrirse para siempre á la luz pura
de todas las verdades y á la verdad mística
- de todas las purezas, me entregó elma=
- nuscrito tesoro de mis ansias. «Tomad;»'
_me dijo: «Su última palabra ha sido para
>recomendarme que pusiera solo en vues=
tras manos estas hojas que conservó entre
-»las suyas hasta el instante en que las.
-»cruzó como tomando ya la postura reve-
- rente para presentarse ante la Suprema
Divinidad..... Sin agonía, sin fatiga, con
la dulzura de sus días, acabó su última
»noche de tinieblas mundanas y primera
- de Celestiales explendores.» «Era un
santo,» dijo lastimosamente. Y entre lá-
- grimas, contóme las dulzuras y bondades
-de aquel ser á quien por sus virtudes.
— Hamó la buena anciana «un santo» y á
quien por sus grandezas de saber y talento
- y sus méritos y perfecciones, cuanto por
su abnegación y valor en las luchas de la
inteligencia, pudo llamarse un hér08......
Me hinqué ante aquella figura tan correcta
en su expresión de humildad, de miseri- .
-cordia, de ternura..... Después de muerto
aún su rostro resplandecía más de pazde
los Cielos. Había recobrado el dominio de
la bienaventuranza de su patria.....
-—Lloré; lloré mucho, aunque sabía que eS