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cho de asilo, que no concierne directamente al
punto que estudiamos; el Gobierno chileno solici-
tó del argentino el permiso necesario para que esos
fugitivos pudieran transportarse por nuestro terri-
torio, en dirección á Chile, al abrigo de las hostili-
dades. No tuvo inconveniente nuestro gobierno en
acceder, y así lo hizo, en vista de que su neutrali-
dad no estaba comprometida por tratarse de una
guera civil, en la cual nose había reconocido el
carácter de beligerantes á los insurrectos.
En 1865 ocurrió un caso relacionado con esta
materia, que tuvo para nosotros una importancia
capital; son notorias las circunstancias que en el
año mencionado habían colocadc en los dinteles
de una guerra á las potencias del Rio de la Plata y
sus afluentes. López, que soñaba con ser el Napo-
león sudamericano, había declarado su intención
de hacer la guerra al Brasil, por razones que seria
largo enumerar. En previsión de esta guerra, y
dada la necesidad de cruzar el territorio argentino
de Misiones para penetrar con mayor facilidad
desde una hasta otra de las regiones involucradas
en el conflicto, intentaron ambas potencias obte-
ner que el gobierno argentino les concediera licen-
cia para hacerlo. La diplomacia brasilera insinuó
la conveniencia que, por razones de amistad,