de Olazo que era la más acreditada. ]
- Todos suponían además que el lance de aquella mañana no.
- podía quedar así, y que entre Leguizamón y Moreira iba a su-
ceder algo terrible. |
“Moreira estuvo conversando un momento con las personas. id ;
marse en todas direcciones cayendo la mayor parte a la pulpería
de la mesa quienes recomendaron evitase encontrarse con Le-
guizamón y que si lo hayaba a su paso no atendiera a sus
a porque siempre andaba ébrio y no sabía lo que
ablaba. ? ! : e
- El gaucho sagaz comprendió que Leguizamón conservaba
aún a pesar de lo sucedido, su prestigio de hombre guapo y de
avería, y que se dudaba del éxito de un nuevo encuentro, pero
sonrió maliciosamente y se alejó al tranco de su overo bayo
tomando la dirección de la casa de Olazo, donde sabía estaba
Leguizamón. PES e
E - Serían solo las cinco de la tarde cuando Moreira dió vuelta
Ja esquina de la plaza, en dirección al almacén, lleno de gente
- en esos momentos. Sra
- Cuando Moreira apareció en la esquina, un movimiento de
espanto pasó como un galope eléctrico entre los- ganchos. E
En el cuchicheo y el asombro pintado en todos los rostros, -
Leguizamón comprendió que su enemigo venía, y apurandó el
contenido do la copa que tenía en la 'mano, saltó al medio de -
la calle empuñando en su diestra la daga que brilló como un
e relihn pego de Muerte y ea e
¿Moreira vió todo eso y adivinó lo que en la pulpería pasaba, |.
pero no altoró la marcha de su caballo quo avanzaba al: tran=
quito, haciendo sonar las copas del freno. Po
Leguizamón, parado en media calle, llonaba de injurias al
- paisano que parecía no escucharlas, dada la sonrisa de su boca
y la tranquilidad del ademán. o
Por fin Moreira estuvo a dos varas del enfurecido gaucho, y |
- este, que solo esperaba aquel momento, lo acometió resuelto por
el lado de montar, tomando la rienda del caballo...
Moreira se deslizó tranquilo siempre, pero rápido, por el lado
del lazo, sacó de la cintura su terrible daga, y se preparó al.
A IS O A O A
Las acometidas de Leguizamón eran tan violentas, sus golpes
eran tan recios que Moreira tenía que acudir a los recursos de la
vista y a toda la elasticidad de sus músculos, para ovitar que
paisano lo atravesara en una de las tantas puñaladas o le
"abriera con aquellos hachazos tirados con una fuerza de brazo
A A ERA