| 4
AN
4
, 1
y
Aa
)
y
19
tiwo. Como no tienen en qué emplear las «energías que laten
en su seno, malogran sus fuerzas en querellas intestinas, caen
en la anarquía, y luego perecen,
Son precisas, son necesarias la pugna y la discusión en
los partidos, pero deutro de la cultura y de la confraternidad,
y sobre los mótodos de la acción, jamás sobre las ideas vi-
ales que informan su programa. Estas, que nosotros ¡denbi-
ácamos con el deseo ardiente de trabajar eu todos los instan-
tes por el .enaltecimiento de la patria, deben permatecer
constantes, invariables en sua unidad, a través de todas las
transformaciones.
Y ya que hablamos de patria, es conveniente insistir en
que nineún partido puede ni debo identificarse con la nación
toda. Los partidos deben acrriar su bandera frente a un
peligro exterior, fundirse en el fuego de un mismo entusias-
mo, desaparecer, si es necesario, pero que la patria no desa-
parezca. Es.lo que ocurrio eu el. Paraguay cuando Rosas
negaba nuestra independencia, según lo comprueba elocuen-
temente el doctor Manuel Domínguez (1).
Completando el pensamiento, terminaremos este capítulo
citando la autorizada opinión de Bluntsehli:
«Un partido, la palabra misma lo indica, es siempre una
Fracción de un todo.
No representa, pues, sino el sentimiento «e una parte
de la nación, y no debe jamás identificarse con el Estado,
bajo pena de hacerse culpable de orgullo y de usurpación.
Puede combatir a los otros partidos; no puede desconocerlos,
ni, en la práctica, esforzarse en aniquilarlos. Un partido no
puede subsistir solo; es la existencia de un partido opuesto
lo que le da el ser y la vida».
1 Ver »La Constitución del 44s,
¿A