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En el Paraguay, desgraciadamente, los partidos políticos
no han cumplido todavía, en toda su amplitud, la misión que
les asigna la democracia, vi se han organizado sobre princi-
pios definidos que orienten su política de modo a encauzar
los problemas de la nación hacia la cumbre de sus destinos
prodigiosos.
La historiz de. nuestros partidos políticos abunda en
episodios sangrientos, que parciales ¡jueces iuvocaron para
ensayar nuestra descalificación pública. Nunca alentaron, con
aquella tenacidad del convencido, una obra grande que pu-
diera, en los anales políticos del país, señalarse como un es-
fuerzo halagador, como una noble y suprema aspiración de
progreso nacional.
Más de una vez el apetito vulgar, las ambiciones turbu-
lentas del cacicazgo político, el culto inconsciente y fanático
de un grosero distintivo, han movido 'sus fuerzas y empujado
su acción hacia la anarquía y la subversión del orden social.
Estimo beneficioso y patriótico todo empeño de mejora-
sento de nuestras lides políticas. Por eso, en la práctica,
he querido siempre auspiciar las más puras contiendas cívi-
cas y sostener los ideales de una política superior, exenta de
exzvismos y de afanes utilitaristas, y en teoría, afirmo ahora
algunas de las ideas que alientan mi fe cívica y orientan mis
convicciones patrióticas.
Si esas ideas y esas convicciones no están mny lejos de
la verdad, y si el yoto benóvolo del maestro las refuerza con
su aprobación, grato será al discípulo mantenerlas firmes e
incólumes, como una profesión de fe en su vida ciudadana.