Full text: El gobierno y el partido radical

EL GOBIERNO Y EL PARTIDO RADICAL 
Silva Chaves miró a su alrededor, vió a Carreras ileso y 
sin armas, vió a Montes sin armas y guardó tranquilamente 
su revólver en la cintura. 
Apenas lo hubo. hecho, el comisario Severo Peralta, que 
se había deslizado detrás de él, le tiró a quemarropa dos 
balazos en la espalda, y Félix González, sacando rápida- 
mente su revólver, otros dos balazos en el pecho. 
(El señor diputado Frugoni Zavala hace una interrup- 
ción en voz baja al orador,) 
Sr. Presidente — No interrumpa, señor diputado. 
Sr. de la Torre —Silva Chaves vaciló herido por las 
cuatro balas, y trató convulsivamente de sacar su revólver 
“de la cintura, lo que consiguió al fin y pudo disparar un tiro 
que fué a clavarse a sus pies, en el pavimento. 
Tal es la escena de Chapuy; un asesinato alevoso € 
inútil, provocado y consumado por la policía, en su afán de 
perseguir a los opositores. 
Montes quedó desconcertado y aproximándose, a Carre- 
ras le dijo en voz baja: “Ya ves, yo no tengo re oasib 
dad”. Félix González, entre tanto, reemplazaba filosófica- 
mente las cápsulas usadas de su revólver por cápsulas nue- 
vas, y tomando del suelo el arma de Silva Ch: wes, la des- 
cargaba al aire, pensando, desde el primer momento, en 
ds sobre el asesinado la culpa Ao crimen. 
Si un miembro cualquiera de esta Cámara fuera mañana 
a la provincia de Santa Fe, si recorriera los pueblos del de- 
partamento de General López, Rufino, Venado Tuerto, Car- 
men, San Gregorio, Firmat, Melincué, oiría este mismo re- 
lato de todos los labios y hasta los niños de las escuelas 
dirían que Silva Chaves fué asesinado por la policía y que 
el gobierno ha ocultado el crimen. 
Es que la actitud del gobierno de Santa Fe, después de 
la tragedia, justifica esos juicios; es que la condicta del go- 
bierno de Santa Fe, no tiene explicación posible sí se eli- 
mina la intención de proteger deliberadamente a los asesinos. 
Carreras no fué detenido ni siquiera desarmado en Cha- 
puy ni en Melincué. 
¿Pero no es, señor, según las versiones oficiales, que 
han “servido para proteger a.los asesinos, que Carreras había 
agredido al jefe político y que a consecuencia de la agre- 
sión se produjo la muerte de Silva Chaves? ¿Resulta enton- 
ces que nó es un delito agredir a los jefes políticos y darle 
de puñaladas? 
En esa contradicción, señor presidente, está la prueba 
de la mentira oficial. El jefe político de General López, 
promotor del incidente, no pudo llevar su fingimiento hasta 
el extremo de encarcelar a su primo a pretexto de una agre- 
A — 
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