46 TRIBUNA DEMOCRATA
Leopoldo Melo, reincorporado hace un año; el señor Alfredo
Demarchi, también reincorporado, que figuró con aplauso no
hace muchos años como candidato a diputado por la capi-
tal, de la Unión Electoral: los doctores Damián M. Torino,
Martín A. Torino, los diputados doctores Santillán, Arce,
Demaría; el diputado electo doctor Correa; el senador Cas-
tañeda Vega; el gobernador revolucionario de Santa Fe,
doctor Mariano N. Candioti; el vicegobernador revoluciona-
rio de Santa Fe, doctor Agustín E. Landó; el gobernador
revolucionario de Catamarca, doctor Guillermo Leguizamón;
los tres ministros de Gobierno de Santa Fe, Joaquín Lejarza,
doctor Martín Rodríguez Galisteo y yo; y después los Gúe-
mes, los Posse, los Paz, los Iturbe, los Alvarez, los Deheza,
los García Montaño, y tantos y taritos otros, de los más
prestigiosos, de los más espectables de las provincias: todos
se fueron retirando del partido Radical, unos a raíz del fra-
caso de la política de conciliación con la Unión Cívica, in-
tentada en 1897, y otros, más adelante como una protesta
contra el empeño persistente en los abortos revolucionarios.
¿Pueden esas actitudes, que no fueron siquiera colecti-
Ss, atribuirse, a causas ocasionales o a simples coinciden-
ias? ¡No señor! ¿Pueden aceptarse otras explicaciones men-
guadas que se buscaran? ¡Tampoco! El retiro en masa de la
parte intelectualmente más calificada del antiguo partido
Radical fué y ha significado el repudio de una política sin
ideas, que en el dano estaba destinada a moverse entre la
abstención y el motín y que llegada al gobierno debía pro
ducir, como ha producido, los frutos de contradicción, de
inferioridad y de escándalo que se están cosechando en Santa
Fe, (¡Muy bien! ¡Muy bienD.
Yo quiero creer, señor presidente, y creo, en la sinceri-
dad de todos los que se dicen sinceros; yo quiero creer y creo
que muchos no han discernido bien antes de ahora la realidad
debajo de las apariencias, pero hoy ¿cuál será la actitud po-
sitiva que dicte la sinceridad puesta a prueba?
Hay una opinión que observa. Hay una juventud radical
que pide ejemplos y no palabras, que pide hechos y no acti-
tudes.
A esa juventud, que agita con sus vehemencias genero-
sas hondos recuerdos dormidos en mi memoria, la hago juez
de las trasgresiones cometidas en mi provincia contra la
libertad del sufragio y contra la vida de los ciudadanos, a la
sombra de la bandera radical, con mengua de sus principios!
(¡Muy bien! ¡Muy' bien! Aplausos en las bancas).
Vuelvo, señor presidente, a la cuestión; vuelvo a Diego
de Alvear, de dondé me he alejado en esta digresión útil,
pero que no pude prever tan extensa.
AN