TRIBUNA DEMOCRATA
después precisé y aclaré fundando un proyecto tendiente a
afianzar, o mejor dicho a implantar, porque no se afianza lo
que no existe, el régimen municipal en las provincias, cer-
cenando atribuciones de los ejecutivos actuales que los ha-
cen irresistibles cuando se deciden a echar en la balanza
electoral, la espada de Breno.
Me parece por eso que la pretensión de que ciertas elec-
ciones con defectos se rechacen mientras se aprueban otras
elecciones con más defectos, porque las primeras desagra-
dan al partido radical y las segundas le complacen, envuelve
un privilegio que no está en la ley y que no podemos aceptar
sin confundir todas las nociones.
El credo radical, tal como se quiere presentar y como
resulta de esa singular doctrina implica la afirmación de una
superioridad. No del programa, que no se tiene, o si se tiene
no se cumple, no de la obra que se realiza en la provincia
de Santa Fe o en esta Cámara bastante precaria y discutible
sino una superioridad individual y una superioridad moral.
Y eso no es exacto.
No pasa de ser una ilusión del partido Radical la de
creer que su moral es la más alta y la más firme, no pasa
de ser una ilusión la de creer que los pecadores políticos se
purifican y se regeneran cuando se incorporan a sus filas,
y no se purifican ni se regeneran cuando se quedan lealmente
en los partidos a que siempre pertenecieron. (Aplausos en
las bancas). Y, por eso, señor presidente, no es extraño que
llegados al gobierno con esa confusión de nociones y encon-
trando expedito el camino de los abusos abusen como sus
adversarios.
El único cambio que se nota hasta hoy en las provin-
cias, que pasan a ser gobernadas por el partido radical, se
limita a un cambio de personas; porque las viejas corrup-
telas, lejos de desaparecer, se arraigan como en Santa Fe,
y hasta reverdecen, por obra de la incapacidad del programa
gubernativo del partido radical para producir reformas
institucionales hondas y fecundas. Dos años hace que la
provincia de Santa Fe, está gobernada por el partido radi-
cal y serían los más estériles de su liistoria, si la ley de co-
misiones de fomento electiva y la ley electoral, promovidas
y sostenidas por la Liga del Sur, no acusaran un progreso
sensible. Pero todo el esfuerzo de la Liga del Sur no ha
sido bastante para sacar de las carpetas de las comisiones
parlamentarias otros proyectos: la reforma de la Constitu-
ción, la electividad de la justicia, de paz, la creación de con-
sejos escolares, la reforma del régimen impositivo, la des-
centralización de la justicia letrada, la rebaja de las dietas,